Karlos Gil

Pensar otras realidades

Karlos Gil estudió Bellas Artes en Madrid. Una beca Erasmus le llevó a Lisboa. Una beca Leonardo le permitió trabajar en una galería en Berlín. De Alemania se fue a Nueva York, donde estudió una maestría en Art Practice en la School of Visual Arts. Hoy, Karlos Gil reside en Madrid pero su trabajo se expone en galerías de todo el mundo.

Por EQUIPO CITĀ Diciembre 17, 2020

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Desde muy pequeño tuvo una vinculación especial con el espacio, con la música, con la ciencia ficción. Recuerda perfectamente cuando vio Blade Runner, «una experiencia brutal», esa idea de pensar otras realidades, de pensar en esos futuros que teníamos en los noventa, «esa cosa tan excitante del cambio de milenio, que luego ha sido súper frustrante, pero que en su momento era una pasión, sentir que estábamos viendo en el futuro». Todavía hoy se encuentra en su trabajo reminiscencias de  aquellas ideas, como la obsolescencia programada y la obsolescencia humana, lo humano que encontramos en lo inhumano de la tecnología y, al mismo tiempo, rasgos muy poco humanos y bastante alejados de nuestra concepción humana, dentro de los seres vivos. 

Nacido en Talavera de la Reina, en 1984, Karlos considera que es un artista con suerte. «A pesar de que yo he sido un gran defensor del trabajo como síntoma del reconocimiento y el éxito, es verdad que, debido al mundo en el que vivimos, casi siempre necesitamos mucha suerte, estar en el momento adecuado, con la persona adecuada, y eso se produjo al principio, que es cuando más lo necesitas». Pronto tuvo proyectos en Matadero y en el CA2M; lo que le llevó a exponer en una galería y de allí, la galería Luisa Strina, con Agustín Pérez Rubio (comisario en la Bienal de Berlín); una colectiva en el Pompidou; u otra en la Bienal de Moscú. En 2020, su último trabajo se estrenó en Singapur, y ahora se presenta con la instalación completa en Lisboa, donde ha podido presentarla tras el parón derivado de la emergencia sanitaria de la COVID-19.

Second Sun, Francisco Fino Gallery (Lisbon). 2020. ©Photodocumenta
Second Sun, Francisco Fino Gallery (Lisbon). 2020. ©Photodocumenta

¿En qué momentos decides que quieres dedicarte al arte?

Llego a Madrid en 2002 a estudiar Bellas Artes. Allí estuve cuatro años. Luego me fui de Erasmus a Lisboa. En el tiempo que estuve en Madrid, durante la carrera, trabajé en una empresa de proyección de video en fiestas y discotecas grandes, tipo Marbella, Ibiza y Madrid. Todo lo que tenía que ver con la proyección de video me interesó bastante, pero cuando terminé la carrera, todavía no sabía a qué me quería dedicar. Me costó mucho encontrar un expertise en el que irme metiendo. En la Facultad, mi grupo de amigos sí que teníamos una orientación a priori muy artística, pero no fue sino hasta que estuve en Berlín. 

Fui con una beca Leonardo que me permitió trabajar en una galería de arte, pero la experiencia fue bastante frustrante: era un becario, quitaba la nieve de la entrada, iba a comprar cervezas, limpiaba el patio interior, esas cosas. Pero un día, volviendo a mi casa de la galería, conocí a Maribel López, que ahora es codirectora de ARCO, pero que en aquel momento estaba dirigiendo una galería en Berlín con muchos artistas españoles. Y me enamoré intelectualmente de ella. Acabé dejando el trabajo en la galería y me fui con ella a trabajar. Antes no sabía bien si quería ser comisario, galerista o trabajar en un museo, pero a través de esta experiencia con ella, sí tuve claro que el lugar que tenía que asumir era desde la creación. 

Tu carrera artística la inicias en Madrid, ¿por qué no te quedas en Nueva York o vuelves a Berlín?

Pasar aquellos años en Berlín me enseñó que es una ciudad fantástica para asentarte y vivir, pero es buena para hacerlo cuando ya tienes un cierto reconocimiento. Empezar desde cero en Berlín es muy complicado. Berlín es muy peculiar para el arte contemporáneo. Es un lugar muy económico y además el sueldo del artista tiene más sentido. Es un importante escaparate, pero como ellos dicen, pegas una patada a una piedra y salen dos diseñadores, un artista y un escenógrafo. 

Con Nueva York me pasó algo muy similar. Pero, además, toda la parte atractiva económica de Berlín, en Nueva York, salvo que tus padres tengan mucho dinero y te lo puedan prestar, no lo tienes. Así que me decidí por Madrid. La situación del arte español sigue siendo complicada, somos periferia pero no una periferia sexy todavía. Pero creo que tienes más opciones formarte aquí y llegar allí. 

Una cosa es decidir querer ser creador o artista, y otra es tener claridad sobre el tipo de arte que quieres crear. ¿Qué experiencias o influencias tuviste que te marcaron en el trabajo que hoy haces?

Conocer a los primeros artistas con los que tuve contacto en Berlín. Los primeros con los que tuve cierta relación. Te podría decir mil nombres. Francesc Ruiz, Rubén Grilo, Gabriel Acevedo Velarde, Jack Strange, Gregor Hildebrandt o Alicja Kwade. Pero yo era el becario. Ellos iban a exponer y yo estaba allí con el cubo de pintura y la brocha gorda.

También recuerdo un taller que hice en la Complutense, cuando estaba en la facultad, del programa Juan Gris, en el que invitaban a artistas muy conocidos. Vino Gary Hill, un videoartista americano muy conocido, y me marcó totalmente. Una experiencia muy cercana con él en que dije, guau, hay personas que entienden la realidad de una forma totalmente diferente que se dedican al arte.

¿Qué singulariza tu trabajo?

Juntar las sinergias entre lo que puede ser una esfera más plástica y otra más digital. Dentro de determinados binomios, como puede ser: artificial-natural, lo posthumano. Me interesa mucho lo que tiene que ver con las teorías de la tecnología, la tecnología del cuerpo, las relaciones sociales. Pero quizá lo que me caracteriza con otro tipo de artista es que quizá enfocaría su trabajo a algo realizado únicamente con máquinas, y yo sigo trabajando con la materia y me sigo manchando las manos. Sigo realizando escultura y moldes. Sigo juntando nuevas tecnologías aplicadas a la escultura, como corte láser, fresado, impresión 3D, pero también técnicas más tradicionales.

«En mi trabajo hay muchísima investigación. Mi estudio es un lugar donde a veces se fabrican cosas, que se salpica la pared, pero la mayoría del tiempo es un espacio donde hay libros

Daedalus Overdrive y Phantom Limbs, Francisco Fino Gallery (Lisbon). 2017 ©Photodocumenta
Daedalus Overdrive y Phantom Limbs, Francisco Fino Gallery (Lisbon). 2017 ©Photodocumenta
Daedalus Overdrive y Phantom Limbs, Francisco Fino Gallery (Lisbon). 2017 ©Photodocumenta

¿Qué trabajo has presentado últimamente que te haya satisfecho especialmente?

Puedo resaltar una película que hice en Japón el año pasado, con el estudio de Hiroshi Ishiguro, un ingeniero súper conocido en robótica. Hemos trabajado con uno de los androides que ha desarrollado Hiroshi y ha sido apasionante. Desde la experiencia en Japón a toda la parte de la grabación. Tuvimos que trabajar con un doble humano. Primero teníamos al robot y después se buscó al doble. Ahí había una relación del doppelgänger, entre lo humano y no humano. Llevaba tiempo queriendo hacer un proyecto de ese tipo, porque el video es un medio privilegiado para mí. Puedes generar experiencia casi multi-sensoriales. Tienes muchos ingredientes para poder estimular al espectador. Todos tenemos una educación respecto al cine y me apetecía mucho explorarla.

La pieza de los neones es seguramente mi cuerpo de trabajo más icónico. Son piezas que comercialmente han funcionado muy bien y que es una serie que está siempre en producción. Aunque ya no lo suelo presentar. 

Pero si me tengo que quedar con algo es todo el proyecto (Come to Dust y Phantom Limbs) en el que estoy en este momento con la galería de Francisco Fino, en Lisboa, que me ha llevado a un lugar en el que me siento bastante cómodo y con el que voy a seguir por un tiempo.

Se puede ver una evolución clara en tu trabajo, ¿qué hay de diferente en el Karlos Gil de ahora, con respecto al Karlos Gil del principio?

Me cuesta verlo porque estoy dentro y lo veo todo como una evolución. Sin duda ha habido un proceso de lucha interior fuerte, porque a veces nos cuesta terminar satisfechos con ciertos proyectos. Pero hoy resaltaría con el valor y la osadía. Por ejemplo, ahora en Lisboa hemos puesto máquinas que están tirando humo todo el tiempo para generar una atmósfera e influir en la observación de las piezas. Eso es algo que a lo mejor no me hubiese atrevido a hacerlo antes. Quizá pensaría que no era bueno para que los coleccionistas vieran las piezas. Al principio puedes tener más miedo, más inseguridad. Ahí hay un antes y después. Ahora mismo conozco muy bien mi lenguaje plástico. Conozco perfectamente cuáles son mis procesos de trabajo. Conozco muy bien la relación con las piezas en el estudio y con las ideas en mi cabeza. Considero que mi lenguaje está prácticamente articulado, eso es algo que me diferencia de una forma radical con respecto a cuando empecé. Sin embargo, creo que el gen, el principio activo de los proyectos, sigue siendo muy parecido.

L ́histoire de L ́Ergonomie, Centro Botin (Santander). 2016 ©Karlos Gil
L ́histoire de L ́Ergonomie, Centro Botin (Santander). 2016 ©Karlos Gil

¿Cómo han sido tus experiencias con comisarios?

Con los comisarios hay de todo. A veces cuesta encontrar buenos comisarios, gente que tenga conexión con tu trabajo. Pero que cuando aparecen, con las ideas claras, la colaboración es increíble. La relación ahí es vital, saben leer tu trabajo, le aportan capas que eres incapaz de ver, también cuando se trata de montar la sala. A mí me gusta trabajar con gente. Mi trabajo tiene mucho de contaminación con respecto a lo que hacen otras personas y por eso me encanta el trabajo con el comisario. Creo que soy un artista fácil y no he tenido experiencias muy traumáticas, como sí conozco casos en amigos. Con algunos comisarios he tenido experiencias muy buenas y otras menos buenas, pero nunca he tenido experiencias malas.

Hay un comisario en España que me gusta mucho, Peio Aguirre. Un comisario de San Sebastián, que comisarió el último pabellón de España en Venecia y, siempre que hablo con él, o cuando escribió un texto sobre mí en Crítica y Metacomentario, es increíble. Son capas y capas de información, de referencias, de conexiones que a mí me abre la cabeza completamente y me permite ver mi trabajo de otra forma.

Con otros artistas, ¿estás abierto a colaboraciones?

La única colaboración que suelo tener es con Belén Zahera. Hemos hecho una colaboración para una exposición en febrero. Una colaboración para el Witte de With, de Holanda. Y realizamos una colaboración con un taller de cerámica de Talavera de la Reina, para una exposición que trataba sobre la migración de la forma, a través de la cerámica. Fue muy interesante, porque de repente le llevas proyectos muy contemporáneos a unos contextos más tradicionales. Ese conflicto es súper interesante y muy productivo. Una exposición muy interesante que comisarió el brasileño Bernardo José de Souza, un ejemplo de buen comisario. Fue una colaboración maravillosa. Siempre trabajar con Belén es una experiencia increíble. 

SubRosa, García | Galería (Madrid). 2015
©Roberto Ruiz
SubRosa, García | Galería (Madrid). 2015 ©Roberto Ruiz

Y ¿con marcas? 

Trabajé con cosméticos, una colaboración con Shiseido, en el que he hecho una investigación con la publicidad de la marca. Second Skin. Una imagen publicitaria de Shiseido de diferentes épocas desde los años 50, encima hay capas de pvc, donde he aplicado todos los ingredientes que aparecen en las cremas, ingredientes de la industria cosmética, desde veneno de serpiente que he comprado en la dark web, que es un material que te estira la cara, presentes en un montón de cremas, hasta Botox o vitaminas. Con eso desarrollé una especie de pintura, estable, y la uso para crear esta analogía del pintor como maquillador. Como el que artista que maquilla nuestro cuerpo.

¿Qué aporta el artista a la empresa y la empresa al artista?

Para mí es vital la colaboración con marcas. Yo te podría decir un montón de palabras cliché: el arte aporta a la amrca frescura, contacto con el mundo y la realidad, instantaneidad, complejidad. Son súper defensor de la publicidad, pero a veces tienen un mensaje o un contenido más denso. Pero, sobre todo, somos capaces de dar respuestas a determinados problemas de una forma única. Hoy en día estamos frente a un enorme reto a nivel mundial y a veces tenemos que pensar las cosas de otro modo.

La marca al artista le aporta dinero. Pero también el contacto con un contexto diferente al del arte. A mí personalmente, y a la generación que puedo representar, somos una generación que nos encanta lo colaborativo. Estamos deseando que nos llamen de un despacho o de una agencia e ir a ese contexto para trabajar.

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