Las redes han permitido ampliar las audiencias del arte y su alcance gracias a esfuerzos realizados por instituciones, organizaciones públicas y privadas, marcas y artistas. Los programas de contenido que se inician con voluntad de continuidad y con convencimiento de difundir el arte contemporáneo son una gran herramienta de innovación y de cambio.
La curiosidad es un deseo que mueve mucha energía para ser satisfecho. Tate Modern lleva años presentando una serie de performances en vivo llamadas Tate Live junto a BMW en un programa que se plantea como plataforma de innovación, emoción y aprendizaje. Apuesta por el impacto transformacional que tienen las ideas, asegurándose que estas llegan a diferentes audiencias.
El programa entre la marca y la institución artística tiene tres líneas de acción: el Performance Room, una serie de performances comisionadas y concebidas exclusivamente para el espacio online y que se retransmiten en vivo en la web. Performance Events: para experimentar trabajos performativos en directo en la Tate Modern; y Talks, una serie de eventos explorando temas y conceptos alrededor de la performance. Esta colaboración ha sido premiada por su innovación con el prestigioso Webby Award para eventos en vivo con retransmisión web. En 2019 el programa comisionó a Anne Imhof, que presentaría el trabajo titulado “Sex”. Sex fueron dos cosas, una exposición de día y una serie de cinco trabajos en vivo de noche. Imhof construye entornos atmosféricos habitados por grupos de colaboradores. Durante diez días y cinco noches ocuparon la Tate con performances que combinaban música, pintura y gestos coreografiados. Sex es el primero de tres capítulos de un proyecto comisionado por Tate Modern, Londres; el Art Institute de Chicago y el Castelo di Rivoli Museum d’Arte Contemporanea di Rivoli-Turin. Los performers en Sex hacen sentir la incertidumbre sobre si tu presencia es bienvenida o no. En el momento de establecer contacto visual se recibe una mirada dura, o una expresión de desdén. La artista dice que es como estar en el cuarto oscuro de un club de sexo, hay una etiqueta, no te acerques demasiado, no toques sin consentimiento. ¿Dónde están los límites? Hay mucho de espera, en las transiciones de esta performance de cuatro horas. Imhof ha empleado mucho tiempo preparando a los actores. Durante largos periodos los actores yacen en sus camas elevadas y se tienden en los colchones del suelo, vapeando, mirando sus teléfonos móviles. Solos y en pequeños grupos, apoyados en la pared, como obreros en el almuerzo, sentados alrededor en un estado de suspense. La guitarrista Eliza Douglas se sienta en el borde de un muelle en canta, la voz tiene algo de la ternura y la malicia de Nico, pero entonada. Cuando se le pregunta a la artista sobre qué va la obra ella responde que sobre “La ausencia de contenido”.
La tensión y la incomodidad tienen su público, mucho de hecho, identificado con la tendencia global de Activismo. Marcas tan industriales como Tate o tan en lo pasional como BMW, posicionadas en el disfrute, cobran sentido en colaboración con figuras creativas retadoras, desafiantes y cuestionadoras. El espíritu del BMW Tate Live sigue ese camino experimental y abierto que facilita el entorno de una sala de arte y un espacio en la web rico y con proyección.